En primer lugar, remojaremos los anacardos durante toda la noche o 8 horas. Si no tenemos agua mineral o filtrada en casa meteremos en este momento un vaso de agua a la nevera para que se evapore el cloro y no mate los probióticos al día siguiente.
Al día siguiente, disolvemos el interior de las cápsulas de probióticos acidophilus en un poquito de agua. Retiramos el agua de los anacardos remojados y añadimos los probióticos y el agua. La idea es usar el mínimo agua posible, dependiendo de la fuerza de nuestra batidora. Como mi batidora es bastante potente con un cuarto de vaso en mi caso es suficiente, puedes añadir más. La regla es usar la mínima posible para conseguir una masa uniforme. Trituramos bien hasta que no haya granulos.
Añadimos la mezcla a la gasa, la cerraremos con un nudo y la dejaremos a temperatura ambiente con peso encima o colgada para que elimine el exceso de liquido y los probióticos fermenten el queso. Lo dejaremos fermentar entre 24-30 horas. A mayor temperatura antes fermentará por lo que hay que vigilar que no se pase y quede demasiado ácido. El olor nos va a guiar muy bien para saber cuando esta fermentado.
En este momento la masa debe ser como requesón y tiene que poderse manipular y darle forma con facilidad. Es el momento de añadir la sal, sin yodo para que no mate nuestros probióticos.
Le daremos forma y lo meteremos en la nevera con la gasa limpia por debajo ya que todavía no tendrá consistencia y sobre recipiente con rejilla pero destapado para que empiece a curar. Durante los próximos 10 dias le iremos dando la vuelta cada día para que vaya quedando uniforme. Después de 3-4 días podremos retirar la gasa y posarlo sobre la rejilla ya que ya tendrá consistencia suficiente.
A partir del día 10 ya se podrá comer, combina a la perfección sobre una tostada con dátiles o mermelada de fresa casera. ¡Delicioso!