En primer lugar, trituramos una cucharada de semillas de lino y le añadimos 6 cucharadas de agua, dejamos reposar para que coja textura de huevo. Esto no servirá para aglomerar las albóndigas. En un recipiente añadimos, la avena fina y la soja texturizada fina y añadimos el caldo templado para hidratar la mezcla. En este momento no ajustamos la cantidad ya que tanto la soja como la avena deben absorber el caldo. Ademas la avena soltará una mucosidad que mejorará la textura significativamente. Por otra parte cogemos dos lonchas de pan de molde cortado con las manos y lo remojamos en leche vegetal sin azúcar.
Picamos muy finitos cuatro dientes de ajo, los machacamos un poquito en el mortero para que suelten su sabor y los añadimos a la mezcla. Salpimentamos y añadimos bien de perejil, si es posible en fresco.
Añadiremos ahora liquido de remolacha para aportar el colorcito a la mezcla. Añadimos al gusto, sin pasarnos mucho para que no predomine el sabor de remolacha. Sirve el liquido de la remolacha embotellada, cocida y envasada al vacío o incluso un pedacito de remolacha triturada con un pelín de caldo. La idea es aportar color, por lo que este paso en realidad es opcional.
Mezclamos todo y lo dejamos reposar sobre una media hora, para que la avena se vuelva más pegajosa, los sabores se integren bien y se pueda trabajar bien.
Por último, con las manos húmedas hacemos bolitas y las rebozamos en un pan rallado. Las doramos en la sartén y las reservamos sobre una servilleta.
Cuando tengamos la salsa lista las añadimos a la salsa caliente y las dejamos reposar 5 minutos en ella antes de comérnoslas.